En dirección al río

Los turistas miran al pilar, al Ebro o a la Seo. Todo se centraliza en esta ciudad que ya roza el millón de habitantes. Sin embargo, el viajero puede dirigir su mirada hacia otro río, uno que susurra a la sombra de su sombra, que diría un gran escritor. El huerva se extiende por las calles de Zaragoza.

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Dejamos atrás la Avenida de la Constitución y nos dirigimos hacia el Cosco. Durante el camino, el turista se puede entretener con la vista de las iglesias o las grandes calles que pueblan las avenidas de la ciudad. Puede ser el momento perfecto para hacer un alto en el camino y refrescarnos bajo el sabor de una cerveza.
Después de dejar el Cosco, bajamos por una de sus callejuelas hasta llegar a La Torre. Esta pequeña calle nos llevará directos a nuestro destino. Bajo un puente fluye en silencio el otro río de la ciudad. El huerva, poco caudaloso en verano, nos puede proporcionar una brisa inmejorable en este julio de espanto.
Seguimos el caudal durante unos metros y nos encontramos con el rumor de los chicos que distraídos juegan en los parques. Quizá algún violinista despistado nos de la bienvenida a la ciudad, a pesar de que suelen ser más comunes por el centro de Zaragoza.
Después de seguir un rato su caudal, nuestro turista accidental puede hacer otra parada en los bares que se extienden frente al huerva. Es allí dónde el espíritu de la ciudad descansa lejos de turistas y llaveros conmemorativos. Lejos del reclamo comercial. Una forma distinta de soportar el calor húmedo de la ciudad.

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