Zaragoza, la ciudad del Ebro
La ciudad de Zaragoza no sólo ofrece a sus visitantes la monumentalidad de sus calles y edificios, el sabor de su gastronomía o la alegría de sus fiestas. Al estar a orillas del río Ebro ofrece, además, un entorno natural del que disfrutar.
El río Ebro nace en el manantial de Fontibre, cerca de Reinosa, a más de 800 metros de altitud. Atraviesa las comunidades de Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña. Tiene una longitud de 910 kilómetros, su cuenca tiene una superficie de 86.000 kilómetros cuadrados y es el río más caudaloso de España.
Sobre su fauna, en el Ebro convivieron en otro tiempo especies como la trucha, la saboga, la anguila y los bivalvos. En la actualidad encontramos barbos, madrillas, lucios y tencas.
Sufre sus crecidas en la época fría, de octubre a marzo, aunque algunos años se prolonga hasta el mes de mayo. De sus navegación hay constancia escrita varios siglos antes de Cristo, con importantes puertos fluviales como el de Caesaraugusta o el de Celsa.
Rodeado de vegetación, destaca un enclave situado en el margen izquierdo, a cinco kilómetros de Zaragoza: el Galacho de Juslibol.
Este galacho, o meandro abandonado, quedó aislado tras la gran inundación del Ebro de 1961. Cuenta con más de 100 hectáreas de superficie y crece una densa vegetación de soto de ribera.
Hay muchos parques y puentes alrededor de Zaragoza, en torno al río Ebro, que permitirán a los viajeros descansar de la ciudad y respirar naturaleza. El Parque Metropolitano del Agua Luis Buñuel, el Parque Grande, el Canal Imperial de Aragón (obra encargada por Carlos III), etc…
Como vemos, Zaragoza es una ciudad completa: historia, cultura, gatronomía y naturaleza hacen de ella un lugar idóneo para pasar algo más que un par de días.
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