La ascensión al Turbón

Dos jornadas de descanso son suficientes para que el viajero haya guardado fuerzas para afrontar una marcha más exigente. En nuestra agenda apuntaremos la ascensión al Turbón como pieza fundamental en nuestro viaje. El macizo se alza con poderío sobre el valle de la ribagorda. Su majestuosidad puede hacer desistir a los viajeros desentrenados, pero por suerte gran parte de la etapa se puede realizar en automiovil. No es nuestra intención abandonar antes de empezar. Estamos preparados para ello.

picodos

Como el resto del valle, la flora y la fauna varían a lo largo del año como si de diferentes escenarios se tratase. Pero no son sólo las enormes setas que dan la bienvenida al inicio de la ascensión, si no su aura misteriosa lo que le otorga al macizo más emblemático de los pirineos un toque de cuento de hadas. Desde tiempos inmemorables se dice que las brujas se reúnen en torno a la montaña para realizar sus hechizos el 24 de diciembre. Menos mal que es julio y el transeúnte está más preocupado por la hidratación que por las historias de duendes y aquelarres.

Cogeremos el camino del Refugio de la Plana que se caracteriza por dirigir su mirada hacia el este hasta llegar a las villas del Turbón. El refugio es el lugar perfecto para ver las múltiples características de este pico. Un paisaje lunar acompañado de los glaciares (cada vez menos perennes por el cambio climático) y los verdes valles, de sobra conocidos por el aventurero.

Seguimos nuestra ascensión hasta la coma de San Adrián, superior a los 2000 metros. Allí tendremos la posibilidad de coronar la cúspide principal cercana a los 3000 metros.

El atardecer en el macizo es una de las cosas más hermosas que se pueden observar en los pirineos. Sólo queda descansar en el albergue más cercano y prepararse para la siguiente etapa.

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